Un alumno me comenta sobre una supuesta superposición conceptual en la frase DETECTIVISMO E INVESTIGACIÓN. Ambos términos, si bien presentan la misma connotación, sin embargo denotan, considerando sus estructuras etimológicas, significados muy diferentes. En un panorama amplio, un detective constituye en sí un investigador, por tanto un investigador bien podría ser un detective.
Al margen de la definición de la RAE y las demás connotaciones que se les pudieran atribuir, es necesario precisar que la palabra inglés DETECTIVE proviene del latín “DETECTUS” (QUITAR CUBIERTA); por tanto un detective se ubica más en el terreno de “agente colector” o “detector de situaciones “, el detective entonces se desarrolla más en el campo operativo mientras que el trabajo del INVESTIGADOR es más de gabinete y análisis. Obviamente, en ambos contextos se aplican recursos metodológicos, pero difieren ampliamente, uno del otro en sus procedimientos operativos y administrativos.
Es indudable que el DETECTIVE y el INVESTIGADOR son personajes complementarios sobre una situación que se investiga. La detección, identificación, la determinación de la necesidad de información, la colección de información, el procesamiento, al análisis, la conclusión, son procesos integrales que individualmente, son efectuados tanto por un detective como por un investigador propiamente dicho.
Sin embargo, existe el persistente prejuicio de que la labor de un “detective” o “investigador privado” se limita solo a la caza de infieles, seguimiento de personas y otros quehaceres minúsculos, cuando en realidad, con virtudes muy elevadas y conocimientos muy especializados, podría desarrollar pesquisas y resolver casos verdaderamente enmarañados y complejos.
“Un mar de conocimientos con un dedo de profundidad”, es una frase muy común en ámbitos castrenses, pero en este lado el argot también se ajusta a esta interesante actividad que posteriormente haremos referencia.
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